Víctor García Hoz, sobre el Fundador del Opus Dei

A contracorriente

Por VÍCTOR GARCÍA HOZ, Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (España), El Sol (Madrid), 26.6.1990

En su discurso de ingreso como académico correspondiente de Ciencias Morales y Políticas, el profesor Schambeck, de la Universidad de Innsbruck, recordaba las palabras de Paul Valéry ante la Academia Francesa, unos años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial: “La virtud, señores, la palabra virtud, está muerta o al menos se está muriendo… Yo mismo he de confesar no haberla oído nunca, o más aún -lo cual tiene un peso todavía mayor- siempre la he oído mencionar en las conversaciones de nuestra sociedad precedida de un signo de rareza y en un cierto sentido irónico. Esto podría significar que yo no me muevo más que en malos ambientes si a ello no añadiera que tampoco recuerdo haberla encontrado en los libros más leídos o más ensalzados de nuestros días. Por último, tampoco conozco ningún periódico que la imprima y hasta me temo que ninguno se atreviera a imprimirla más que con intención burlesca.” No parece aventura decir que sesenta años más tarde de las manifestaciones de Valéry, el menosprecio por la virtud se mantiene e, incluso, aumenta en algunos ambientes. En medio de este panorama, por las mismas fechas que el profesor Schambeck pronunciaba su discurso, se hizo público un decreto la Santa Sede que declaraba: “Constan las pruebas de las virtudes teologales de la fe, esperanza y caridad, tanto hacia Dios como hacia el prójimo, así como de las virtudes cardinales de la prudencia, justicia, templanza y fortaleza, con las demás anejas practicadas, en grado heroico, del siervo de Dios, Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y del Opus Dei“.

La vida de Monseñor Escrivá de Balaguer fue una vida contra corriente. Porque el cristiano encuentra en la virtud la fuerza que le hace capaz de luchar contra las tendencias deshumanizadoras presentes en la vida social. La virtud es conocimiento y es fuerza que orienta y da vigor a la actividad personal de cada uno. Bien entendido que al hablar de actividad no se menciona simplemente la acción externa a través de la cual el hombre sale de sí mismo para modificar las cosas que tiene a su alrededor; en ella se incluye tanto la actividad interior, aquella que se realiza en la intimidad de cada uno y se resuelve en ideas, pensamientos, deseos, aspiraciones, y también, por supuesto, la actividad manifiesta en la cual el hombre sale al exterior expresándose en palabras o en hechos materiales.

Esta lucha contra las tendencias deshumanizadoras -componente necesario de la vocación universal a la santidad-, tanto las que el hombre tiene dentro de sí mismo, cuanto las que pueden venirle de su entorno, fue interpretada por muchos como algo que exigía el apartamiento del mundo. Pero la inmensa mayoría de los cristianos está llamados a servir a Dios “en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana”. El descubrimiento y servicio de esta vocación secular consumió la vida de don Josemaría Escrivá de Balaguer, que dijo de sí mismo ser “sacerdote secular: sacerdote de Jesucristo, que ama apasionadamente al mundo”. Constantemente enseñó que “el mundo no es malo, porque Yahvé lo miró y vio que era bueno. Somos los hombres los que lo hacemos malo y feo, con nuestros pecados y nuestras infidelidades. No lo dudéis, hijos míos: cualquier modo de evasión de las honestas realidades diarias es para vosotros, hombres y mujeres del mundo, cosa opuesta a la voluntad de Dios. (…) O sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca.”

Encontrar a Dios, ser conscientes de su presencia, es contemplación. El camino del Opus Dei es camino de contemplación sin apartamiento de las realidades terrenas. El fundador del Opus Dei quería que sus hijos fueran “contemplativos en medio del mundo”. Aspiración claramente reconocida en el Decreto de Heroicidad de Virtudes cuando dice que “Josemaría Escrivá, auténtico pionero de la sólida unidad de vida cristiana, sintió la necesidad de llevar la plenitud de la contemplación a todos los caminos de la tierra”. Plenitud de la contemplación, en la tierra precisamente, vale tanto como saber y saborear que Dios está en el fondo de toda realidad como si esperase nuestra mirada para compartir su vida con nosotros. En medio de las cosas materiales está el ámbito de nuestra santificación y son ellas el punto de partida para adorar a Dios y servir a los hombres “Hijos míos -dijo el fundador del Opus Dei en el campus de la Universidad de Navarra- allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo”.

Víctor García Hoz es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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