VIDA NUEVA, abogado del diablo

Vida Nueva, 11-18.IV.92, Madrid, España

ENTREVISTA a Flavio Capucci, postulador de la causa de beatificación

EL «BEATO» ESCRIVÁ DE BALAGUER, ¿SIGNO DE CONTRADICCIÓN?

Por Miguel Ángel VELASCO

La primavera romana ha llegado este año con varios días de antelación. Las mimosas de las elegantes villas que circundan el edificio dela sede central del Opus Dei, en la residencial zona romana del Parioli, viale Bruno Buozzi, 73-75, han florecido ya. En el kiosco de enfrente, los titulares de los periódicos gritan: «Massacrati due carabinieri»; en la pared de enfrente, alguien, en nombre de no se sabe qué rebeldía juvenil, ha escrito algo sobre el sueño de una revolución, con esta frase foral: «No alle catene dell’ipocrisia capitalista…». Por palabras que no quede.

Me hacen pasar a una pequeña sala de visitas en semipenumbra. Al lado de la chimenea, dos fotografías de un Alvaro del Portillo, jovencísimo estudiante en una, y ya con uniforme de ingeniero de Caminos y su bien recortado bigote de época, en la otra. Sobre una mesita, una gran fotografía de Juan Pablo II, dedicada «al diletto figlio Alvaro del Portillo», con la bendición apostólica, y en otra repisa, bajo una foto del padre Escrivá, un pequeño librito en inglés: «The way» (Camino). Don Flavio Capucci, postulador general del Opus Dei, me recibe con gran cordialidad. Vamos a hablar de la próxima beatificación de monseñor José María Escrivá de Balaguer, el «padre», como le llamaban en vida y le siguen llamando ahora a él y a su sucesor, los miembros de la Obra; así está escrito, sin más, sobre la lápida que cubre su tumba, en la cripta a la que continuamente llegan gentes de todo el mundo paró rezar.

-Se ha creado, don Flavio, un clima muy enrarecido en torno a esta beatificación. Por qué, a su juicio, una polémica tan fuerte? ¿La esperaban ustedes? ¿Creen que alguien tiene interés en suscitar una campaña exacerbada? ¿Por qué?

-Pues, la verdad, no lo sé. Yo creo que lo importante es no perder el sentido de la realidad que nos pone frente a un hecho ante el que la Iglesia, de modo abrumadoramente mayoritario, a mi entender, está reaccionando con una simpatía extraordinaria y yo diría que también con unidad.

-No sé aquí, pero para quien, como yo, viene de España, lo cierto es que cabe hablar de todo menos de unidad, don Flavio.

-Me hago cargo, pero no siempre son los más aquellos que más hablan y aparecen. Son, suelen ser siempre, muchos más los otros. Yo, desde aquí, puedo testimoniar que es inmenso el cariño hacia la persona y la obra de nuestro padre, demostrada en visitas, llamadas y miles de cartas provenientes de las espiritualidades y órdenes más diversas, que hablan de la alegría que les produce esta beatificación y de los beneficios indudables que tendrá en la Iglesia este acontecimiento eclesial. Sé, sin embargo, que hay pequeños grupos, muy claramente identificados, con nombres y apellidos, de teólogos más o menos disidentes, sin un gran relieve eclesial. Hablo de disidencia frente a la beatificación.

-¿Y por qué dice que son de poco relieve eclesial?

-Porque nosotros, ante ciertas críticas y oposiciones, vamos a los obispos respectivos, que es donde nos parece que debemos ir en la Iglesia, y todos nos dicen que son esos mismos grupos los que les están creando problemas en otros terrenos doctrinales. Nos tranquilizan y nos dicen que no nos preocupemos, porque lo que dicen está en sintonía con algunas otras actividades suyas en el ámbito moral y pastoral. Eso que están haciendo entronca, además, con un interés por parte de ciertos medios de comunicación pública, laicistas, que no se distinguen precisamente por su posición a favor de la Iglesia.

-El hecho, bien triste por cierto, es que, con polémicas de este tipo, se acaba mezclando a la Iglesia en general, al propio Papa…

-Yo prefería, francamente, no mezclar en nada de esto al Papa. Prefiero mil veces que me critiquen a mí, a nosotros. La verdad es que sí uno entra a examinar los argumentos que usan, se da uno cuenta en seguida de su poco peso y consistencia.

-Hagámoslo, don Flavio. Permítame hacer de abogado del diablo, esa figura tradicional en las causas de los santos que con las nuevas normas, si no ha desaparecido, por lo menos ha cambiado. Hay quien, en un reciente programa de televisión, en España, apuntó determinados argumentos (sobre la irascibilidad de monseñor Escrivá, en concreto, sobre su apego al dinero, a la riqueza, a los honores, al marquesado) que no acabaron de ser rebatidos. Hay quien, como el teólogo Martín Velasco, ha hablado, refiriéndose al padre Escrivá, de su «opción preferencial por los ricos, en vez de los pobres…»

-En cuanto a lo primero, he de señalar que hay también un grupo muy reducido de ex miembros de la Obra que andan repitiendo siempre las mismas cosas, la mayoría de las cuales son sencillamente falsas, meros infundios. Yo creo que, sinceramente, soy la persona que mejor conoce la vida del padre. Le conocí en vida y tras su muerte, por ser el postulador general, he dedicado mi vida a conocer su obra, su figura y sus actos y aseguro y estoy dispuesto a demostrarlo donde haga falta, que muchas de las cosas que van diciendo no tienen el menor fundamento real. En cuanto a lo segundo, también es una argumentación fácilmente desmontable. Se parte comúnmente de una reducción de lo religioso al ámbito de lo político. (Martín Velasco teme que «con esta beatificación serán más difíciles las relaciones Iglesia-izquierda española»). Se interpreta una beatificación como sí fuera un acto político de la Iglesia que consagra una línea pastoral de apoyo a los ricos. Eso lo explica todo. La Iglesia, al proponer una beatificación, no hace una opción política. Cada beatificación se injerta en la tradición espiritual de la Iglesia, en cuya universalidad caben todos los carismas. Con nuestro padre va a ser beatificada -y ello es un inmenso gozo para todos nosotros- una ex esclava negra sudanesa, Josefina Bakhita, convertida a la fe católica.

En la pluralidad de instancias espirituales que se dan en la vida de la Iglesia, en la variedad de los diversos carismas se confirma la unidad de la Iglesia; pero sí este hecho se analiza desde una óptica extraña, no teológica, se desfigura completamente su sentido y se acaba reduciendo la realidad eclesial al resultado del choque entre dos modos de vivir la fe. Así se presenta una beatificación como algo que divide y que privilegia a unos frente a otros, en vez de unir a todos. Ni Escrivá ni Bakhita pueden ser tomados como representantes de dos partidos contrapuestos, sino como dos ejemplos, entre muchos, de la multiforme santidad cristiana.

-Se critica, profesor Capucci, la presión ejercida por el Opus Dei para acelerar esta beatificación, la prisa con que se ha llevado a cabo; se habla de dinero, de influencias…

-Efectivamente; en una palabra: se buscan deficiencias y errores dentro del curso de la causa y se demuestra una gran ignorancia de la praxis canónica de las beatificaciones. Hay quien se mueve con la idea de que somos tan ingenuos en el Opus Dei que precisamente en la causa de nuestro fundador íbamos a hacer las cosas de manera superficial. Es fácil contestar tales objeciones, porque se trata de simplificaciones que se podrían entender, acaso, en gentes que no saben racionalizar en términos sobrenaturales: Escrivá y su opción por el poder, por la autoridad, por el miedo a la innovación, por el conservadurismo, no son más que clichés simplistas. Se ha estudiado y demostrado a fondo su heroicidad en la práctica de cada una de las virtudes. No fue sólo modelo en una cosa. Es el equilibrio propio de los santos entre aspectos aparentemente contradictorios. Vivió heroicamente la pobreza, y a la vez, la magnanimidad; simultáneamente, la humildad y la audacia. Quien no esté familiarizado con la espiritualidad -y no sólo teórica, sino vivida cada día- puede caer en determinados simplismos; pero en personas con espiritualidad no se entiende. En la eclesialidad de la figura de nuestro padre se encuentran, a diario, seglares y religiosas de clausura.

-Déjeme seguir en mi papel de abogado del diablo para recoger el sentir de determinados grupos que le dirían: «eso de que el padre Escrivá vivió heroicamente la pobreza no se lo cree ni usted…»

-Cada acto de cada virtud ha sido analizado en la causa para dar a los consultores la mayor certeza analítica. En la vida del padre hay momentos de estrechez enorme. No vale sólo un momento. En Burgos, a comienzos del 38, huye de Madrid ante el riesgo de muerte inmediata. No tiene un céntimo, ni para una sotana. Alguien le rasga la vieja y él se pasa la noche remendándola. En esas circunstancias decide renunciar a estipendios de misas y envía a los obispos el único medio que tenía de ingresos. No es un episodio aislado, sino una actitud constante de su vida, la de su austeridad. Hasta el año 64 no tendrá una colcha en su cama y la Obra ya se había desarrollado, pero el dinero que había lo dedicaba todo a obras apostólicas. Entiendo que, para algunos, sea difícil comprender la dignidad que siempre quiso para los lugares de culto. Él solía decir que con Dios se da lo que se debe, aunque se deba lo que se da.

La construcción de esta sede central de la Obra donde estamos fue toda una odisea. No había dinero para comer e íbamos al Laterano andando para no gastar en tranvía. Luego viajó en un Mercedes, sí, pero que le regalaron. Así que todo eso de su apego al dinero y ala gente del poder, yo no lo acepto. Es una visión falsa de la realidad de la Obra y de su fundador. Siempre tuvo los brazos abiertos a todo el mundo. No tuvo amistad con los poderosos. Yo soy el que más ha estudiado su vida y obra e insisto: el lado social, por llamarlo de algún modo, del Opus Dei es infinitamente superior al del IESE y las universidades. Hay que ir a Hispanoamérica, a Perú y su centro para campesinos, a Guatemala y ver la labor social del Opus Dei, a las escuelas en Nagasaki; a la Ciudad de los Muchachos en México, de eso no se habla, o se habla poco. En la diócesis peruana de Abancay, el obispo catalán, del Opus Dei, monseñor Enrique Pelac, distribuye 40.000 comidas diarias entre los necesitados. En Madrid está Tajamar, que hoy es una cosa, una realidad maravillosa, pero en sus comienzos era algo muy distinto. Todo esto y en todo el mundo, cómo, sí no, existiera? El Opus Dei es una representación bastante fiel, en su composición, de lo que es la sociedad; eso sí, con una asombrosa unidad de espíritu y con la misma vocación de pobres y ricos a su santificación en la vida de cada día. Así que de relación preferencial con los poderosos…, ni mucho menos.

-Sin embargo, hay quien repite que en Burgos brujuleaba en torno a Franco, mientras que en 1964, en carta a Pablo VI, rechaza la acusación de filo franquismo y se muestra preocupado ya por el después de Franco. Hablan de «oportunismo».

-Te contaré una anécdota poco conocida: al final de una audiencia con Franco, le dijo: «Su excelencia ha pensado que un día se tiene que morir?». Franco, por lo visto, no daba crédito a lo que oía. Cuando el padre se lo contó al patriarca Eijo y Garay, éste le dijo: «José María, tú no harás nunca carrera». Lo importante de nuestro padre es que iba a las almas y les hablaba de Dios. No es menos cierto -y tampoco se suele tener demasiado en cuenta- que supo suscitar una gran sensibilidad social en personas de dinero, de modo poco corriente entre los hombres de Iglesia; supo suscitar en ellos sed de justicia frente a los problemas sociales. Hay muchos empresarios que han dado y dan dinero y son resortes que se hubieran quedado sin aprovechar en la Iglesia, aunque no es dinero sólo del Opus Dei, claro.

-¿Y en cuanto al carácter que a veces demostraba, según dicen algunos que le conocieron?

-Yo he convivido muchos años con él y puedo decirte que he llorado por su muerte más que por la de mí propio padre. Era un hombre que sufría cuando tenía que corregir a alguien. Pedía perdón y le quedabas agradecido. Es verdad que, como buen aragonés, tenía un carácter fuerte, pero, por ejemplo, eso que cuentan de las patadas a las puertas es una falsedad de arriba a abajo. Supo vencer su carácter. Hablaba muy claro, pero yo, por ejemplo, no consigo tratar a personas que trabajan conmigo con la misma paciencia y caridad. Insisto. Yo no he conocido a ese monseñor Escrivá que algunos describen y no sé qué les lleva a insistir en ello; pero no vamos a entrar a atacar a nadie, aunque parece que sí no atacas, es que tienes algo que ocultar. No tenemos que demostrar la inocencia de nadie, sino que hemos demostrado, en un proceso absolutamente objetivo y riguroso, la santidad personal de nuestro fundador. Quienes quieran atacar que den argumentos válidos.

Hasta ahora no ha habido ni uno solo que no haya sido fácilmente contestado y demostrada su falsedad.

-¿Qué consecuencias puede tener toda esta polémica, que va mucho más allá del sano y legítimo pluralismo cristiano, en el proceso, en la causa de beatificación?

-Como es natural -aunque el proceso ha terminado-, yo les tengo perfectamente al día de las objeciones, cuando me llegan o se publican; y veo que la cosa no tiene relieve. En la Congregación examinan el material y, hasta ahora, ven que no se añade nada a lo ya visto ampliamente, estudiado y refutado en la causa.

-¿Es impensable, pues, una suspensión o un retraso en la beatificación?

-Ciertamente. Cuanto algunos han hecho llegar al Papa o a la Congregación ha sido ya estudiado y contrastado con los estudios procesales y «nihil novum sub sole», no se encuentra nada nuevo digno de atención o de relieve.

-Perdóneme una pregunta de curiosidad histórica: ¿es cierto, como he oído a alguien, que hubo un momento en que el propio Juan Pablo II mandó parar, personalmente, el proceso?

-No, no es cierto. Hubo un momento en que se intentó mezclar esta beatificación con algo referente a Isabel la Católica. Un mes después, como mentís rotundo a rumores propalados, salió el decreto de aprobación del milagro y un diario italiano, La Repubblica, tituló: «El Opus ha logrado vencer la resistencia del Papa». Eso es falta de profesionalidad, por no hablar de ignorancia o malevolencia. ¿Alguien puede pensar seriamente que el Papa apruebe un milagro en un proceso de beatificación con ligereza y sin toda clase de pruebas y garantías? No saben de qué hablan.

-En cuanto al cumplimiento de los requisitos establecidos en la legislación canónica para la validez del proceso, tampoco faltan detractores y dudosos.

-Ha sido perfecta la validez y la regularidad del proceso. Es más: los consultores han reconocido la ejemplaridad del proceso.

-Es cierto que al día siguiente de la muerte de monseñor Escrivá fue presentada la petición de beatificación?

-No, no es cierto en absoluto. Sí es cierto que en seguida de su muerte, don Alvaro pidió que quienes lo hubiesen conocido escribieran un testimonio con sus recuerdos y empezaron a llegar a miles algunos altísimamente cualificados-, pero a mí me nombró postulador de la causa en febrero del 78, así que habían pasado casi tres años y sólo el 19 de febrero del 81 comienza oficialmente el proceso, de modo que casi cinco años y medio habían pasado: los necesarios para clasificar y poner orden en hechos, respaldados por documentos, uno por uno. Siete volúmenes de documentos, por mí parte, más de dos mil folios, sin una sola línea de comentario.

-También se dice que todo ha sido una iniciativa de vértice, no de la base.

Tampoco es cierto y es fácilmente demostrable. Una causa de beatificación no es nunca una iniciativa de vértice, de presión, sino una respuesta de la Iglesia a una petición del pueblo, de los fieles: pidieron la apertura de la causa 6.000 cartas de más de’ 100 países, entre ellos 69 cardenales, 1.228 obispos (más de un tercio de los obispos del mundo), de los cuales 59 españoles (34 de ellos habían conocido personalmente al padre, 41 superiores de órdenes religiosas, numerosos jefes de Estado y personalidades de la ciencia y de la cultura. Los testimonios personales de cardenales y obispos de todo el mundo son abrumadores, pero no lo es menos la abrumadora mayoría de personas de humilde condición social que habían conocido al padre y se sintieron más cerca de Dios.

-Hay quien dice que algunos obispos lo hicieron convencidos de que la causa no iba a seguir adelante o era algo que iba para largo, pero se arrepienten ahora.

-Dejando aparte tan arbitrario proceso a las intenciones, lo que se pone entonces en tela de juicio no es al Opus Dei ni a su fundador, sino a los obispos, la veracidad y honradez intelectual y moral de quienes gobiernan la Iglesia. Pero pidieron la apertura de la causa, además, más de 80.000 relaciones firmadas de favores obtenidos gracias a su intercesión, lo que atestigua la devoción ya en torno a su figura; es un fenómeno de piedad popular difundido entre personas de todas las condiciones sociales.

-No falta quien a eso replica que se trata más bien de un culto a la personalidad, característico de las sectas, respecto a la figura de su fundador…

-No hay tal. No es culto a la personalidad; es convencimiento de su santidad personal. No dudo en afirmarlo, como lo hacen quienes le conocieron personalmente y quienes han leído sus libros de espiritualidad. Eso nace de la experiencia. Era un hombre que te acercaba a Dios. Dios suscita a los santos porque tienen percepción inmediata de El, no como nosotros que le vemos como entre sombras, y a través de ellos Dios se nos descubre. A mí, a través del padre, se me ha descubierto un Dios amabilísimo, Padre, con una capacidad infinita de comprender y de querer. Así que nada de culto a la personalidad. En la Obra hay una profunda formación espiritual y ascética, adulta, madura, consciente, y yo doy fe de que nuestro padre sabía desaparecer para presentar á Cristo. Yo no quiero imitarle a él, sino a Cristo, que fue lo que me enseñó. Nos pedía perdón por sus faltas de correspondencia, por su mal ejemplo. Él no daba píe al culto alguno a la personalidad; de ningún tipo, y creo que mí -vivencia personal se puede extender a los miembros de la Obra y también a muchos ex miembros que siguen queriéndole y admirándole. Los críticos son un grupito reducidísimo, que se repiten mucho en lo que dicen.

-Está el testimonio de su sobrino que se queja de que no fue escuchado en el proceso, siendo así que se exige oír a quienes le trataron, ¿no?

-Me alegro de esa pregunta para aclarar algunas cosas; se exige no interrogar a los parientes, como él dice, sino a los que más le hubieran tratado, y por eso fueron interrogados sus padres (los padres de ese sobrino), hermanos de monseñor Escrivá, su hermano que había tenido mucho más trato con el padre que el sobrino. Cuando éste escribió la carta quejándose al Papa, el proceso había terminado y no es serio decir entonces, a proceso terminado: yo quiero declarar. La Congregación, de todos modos, habrá examinado su carta al Papa y si sus quejas no han cambiado la decisión de la beatificación, quiere decir que no les han encontrado fundamento. Yo tengo los testimonios firmados por sus padres y algunos de sus hermanos y dicen justamente, respecto al padre, todo lo contrario de lo que dice él.

-¿Y por qué tanta prisa y rapidez? No estamos acostumbrados en la Iglesia a que 17 años después de morir una persona pueda ser beatificada.

-La causa de monseñor Escrivá ha sido una de las más densas y particularizadas que se haya instruido nunca: ha constado de 980 sesiones; han intervenido 92 testigos, de los que 47 no pertenecen al Opus Dei y ex miembros, y se han hecho 265 preguntas a cada testigo.

La vida del padre ha sido analizada casi al microscopio. El resultado ha sido once mil páginas mecanografiadas a un espacio y once volúmenes de documentos compulsados en 390 archivos. No es casualidad que los consultores hayan alabado la exhaustividad del aparato probativo. Cuantos han participado en la causa, á todos los niveles, desde que el cardenal Tarancón la abrió en Madrid hasta hoy, no sólo no han encontrado irregularidad alguna, sino que han elogiado el rigor ejemplar con que ha sido llevada a cabo.

Ha habido, eso sí, una reforma que ha reducido los trámites de las causas; pero todo se ha hecho minuciosamente de acuerdo con la legislación. Por supuesto que yo no he perdido el tiempo. Al día siguiente que concluyera un plazo, tenía presentada la documentación necesaria. Trabajar, hemos trabajado.

-Se ha escrito también que los votos de algunos consultores (De Magistris, Fernández Alonso, por ejemplo) fueron negativos.

-Los nombres de los consultores son secretos. Los designa la Congregación y no la postulación, que no es informada de ello precisamente para defender, de cualquier hipotética presión, la libertad de los consultores.

-Entonces usted, ¿cuándo ha conocido los nombres de los consultores?

-Yo no sólo no los he conocido, sino que no los conozco. Es contradictorio hablar de presiones del Opus Dei y afirmar, a la vez, que ha habido votos contrarios; la existencia de ellos demostraría que no había habido presiones. Mi interlocutor es la Congregación y el día que se sepa el nombre de un consultor que ha dado un voto negativo, nadie querrá darle una causa. La presión de la prensa mundial sería enorme. No sé las fuentes que ha tenido quien eso afirma, pero yo sólo puedo añadir que la Congregación publica los votos de los consultores sin decir su nombre y, en el proceso del padre, hubo siete votos positivos y un voto que proponía «dilata»: esperar; luego esos argumentos no son válidos. El resto de los consultores, a favor, es de una mayoría apabullante.

-¿Cuál es su opinión sobre las declaraciones de personas como el cardenal Tarancón, Feltzman, Fisac, etc.?

-El cardenal Tarancón no sólo inició, como arzobispo de Madrid, el proceso de la causa de beatificación, sino también el del milagro. No me meto a calificar lo que dicen que dice ahora de que se creía que las cosas irían para mucho más largo, pero me sorprendería que lo hubiese dicho. Sus testimonios, cuando era arzobispo de Madrid, a favor del padre, están escritos.

En cuanto a Feltzman, no es cierto que él fuera, como asegura, el ojito derecho del padre, o poco menos. Además, en el 81 era del Opus Dei y había escrito su testimonio irreprochable en favor de la beatificación. Ahora se queja de que no fue testigo. Entre los testigos que yo podía elegir, elegí a otras personas que habían conocido al padre mucho más y mucho mejor que él; y con testimonios de cientos de páginas, no de diez, como el suyo.

-Está la cuestión del presunto nazismo y de la presunta idea del padre Escrivá de pasar a la Iglesia ortodoxa.

-Hay testimonios bien precisos, que ya han sido examinados e incorporados a la causa, que demuestran sin lugar a duda alguna las ideas del padre y su convencimiento sobre la inconciliabilidad entre cristianismo y nazismo. Es de una ingenuidad sorprendente, a decir poco, pensar que la postulación, en doce tomos de epistolario del padre, no haya estudiado eso, o lo de su viaje a Grecia. Quedó, a su tiempo, perfectamente claro que lo hizo en estrecho contacto con el entonces sustituto en Secretaría de Estado, monseñor Dell’Acqua, que ni se le pasó por la cabeza la idea de hacerse ortodoxo, sino que fue un viaje para ver posibilidades de apostolado en aquel país. De verdad que es ingenuo pensar que no tengamos documentos o hayamos estudiado tan poco la vida de nuestro padre. Es hasta ofensivo.

-En definitiva, profesor Capucci: lo que de veras interesa a un buen cristiano en todo este asunto es que de la beatificación del fundador del Opus Dei, como de la de cualquier otro f el cristiano, se deriven beneficios y no daños para la Iglesia, para el pueblo de Dios; gracia y unidad, en vez de división y escándalo.

-Eso depende ya del «sensus fidei» de la gente. A mí, te lo digo con absoluta sinceridad, me preocupa muy poco lo que griten cuatro a los que se les oye mucho porque disponen de altavoces torpemente interesados. Quien tenga la mente libre de prejuicios y una fe firme sabe que la Iglesia estudia una causa de santidad hasta el extremo, que no es una cosa de aficionados. Yo pienso que a los fieles de buena fe no les importará el escándalo más o menos buscado, promovido y artificial. La gente no es tan simple como algunos creen; sobre todo en el ámbito religioso. Se pueden tener distintas opiniones legítimas sobre la figura de un santo o su espiritualidad, pero un católico debería tener claro un punto: lo que ha llegado a la Santa Sede no es una opinión interesada, y con espíritu de parte, sino que se ha conseguido el máximo grado de certeza analítica minuciosamente documentada y fundada.

Un cristiano sincero no se debe formar una idea sobre el padre Escrivá a base de lo que lee por ahí, sin más, sino a base de lo que dice la Iglesia.

-Teológicamente hablando, ¿una beatificación quiere decir algo más que el reconocimiento oficial de la Iglesia de que Dios ha salvado a aquella persona?

-Desde luego que sí. Quiere decir que la Iglesia señala su ejemplaridad, que puede ser presentado como modelo, y el reconocimiento asimismo -la aprobación del milagro lleva a esa conclusión- de que es valiosa su intercesión ante Dios. El juicio sobre sus virtudes heroicas es un juicio humano y la Iglesia tiene perfecta conciencia de ello y va poniendo filtros para garantizar la solidez de ese juicio humano, mediante declaraciones con juramento, etc.; pero beatificarlo es que la Iglesia pretende y desea que Dios -nada menos- confirme ese juicio humano y pide para ello un milagro. Es una lógica sobrenatural . muy audaz, una cosa muy seria, que no se puede despachar con cuatro ingenuidades. Ello supone que se puede introducir a una persona en el culto oficial de la Iglesia.

-Por cierto: se ha hablado de falta de imparcialidad, de reservas sobre ese milagro que se atribuye al padre Escrivá en la persona de la religiosa sor Concepción Boullón, de las Carmelitas de la Caridad de El Escorial (Madrid), enferma de lipocalcinosis tumoral y que sanó, sin que por medios naturales sea explicable su curación.

-Se dicen muchas superficialidades al respecto; no se ve qué tiene que ver que la religiosa fuese prima de dos miembros de la Obra, ni cómo puede haber influido tal circunstancia en un proceso fisiológico y anatómico constatable por radiografía y biopsia. La tarea de verificar la inexplicabilidad de la curación no ha recaído, como se dice, sobre ningún médico de la Universidad de Navarra, sino sobre los peritos de la Congregación de las Causas de los Santos, que no han encontrado ningún elemento que pudiese poner en duda lo milagroso de esa curación por la intercesión de nuestro padre. Una vez más, el autor de tales declaraciones desconoce los hechos. Cuando un médico de la Universidad de Navarra le hizo la biopsia y otro, el doctor Ortíz de Landázuri le hace análisis para comprobar la curación, en esa fase ni se pensaba siquiera en un milagro, ni en una beatificación. Todos los requisitos que se piden para el decreto de aprobación de un milagro se han cumplido con exquisito rigor: Hay afirmaciones por ahí de algunos teólogos que denotan más bien poca familiaridad con el Derecho Canónico. Los cinco médicos nombrados por la Congregación se manifestaron a favor del milagro, por unanimidad, en las tres fases que se siguen en ese proceso.

-Bien, don Flavio: el 17 de mayo está, como quien dice, a la vuelta de la esquina. ¿Qué esperan, cuáles son sus previsiones? ¿Habrá una delegación del Gobierno es pañol como en todas las beatificaciones o canonizaciones de españoles? El presidente de las Cortes de Aragón, que se declara agnóstico, ha manifestado que asistirá…

-Mira, yo de eso no sé nada. Nuestra actitud ha sido la de no organizar nada. La gente es muy libre de hacer lo que quiera. No sé qué número de personas pueden venir. Pienso que en torno a ochenta mil. El Opus Dei no pretende lucirse. Yo no represento al Opus Dei y nada tengo que decir por lo que preguntas de vuestro Gobierno. Sé, a título personal, que asistirán autoridades públicas del Gobierno italiano que, como el presidente Cossiga o el señor Andreotti, han manifestado ya su intención en ese sentido. No son de la Obra. El padre Escrivá es un español, ciertamente, pero también una figura universal, por otra parte.

En resumidas cuentas, yo lo que quisiera de todo corazón es que la beatificación de nuestro padre fuese del mayor fruto eclesial. Hoy que la teología se ha adelantado a la historia, a una historia que ha decretado la caída de una ideología que pretendía fabricar hombres de una sola dimensión, pienso que la Iglesia nunca ha concebido santos de una sola dimensión y ha anunciado para el próximo 17 de mayo el gozo de dos beatificaciones: la de nuestro padre, maestro de la vida espiritual que, con su mensaje de santificación a través del trabajo en medio del mundo, ha proporcionado una respuesta cristiana actualísima al fenómeno de la secularización, que no tiene por qué ser irreversible, como tantos creen, y Josefina Bakhita, que con su vida escondida dio testimonio de la fecundidad de la renuncia a las realidades temporales: dos instancias espirituales aparentemente lejanas y, sin embargo, convergentes.

El esplendor de la primavera romana ha estallado cuando compro los periódicos (españoles e italianos) en el kiosco y veo que Umbral habla de que «el Opus, más bien es nazismo de paisano» y, al día siguiente canoniza por su cuenta al benemérito padre Llanos: «un santo con boina», como él dice. Es una pena que seamos así, pero así somos y, sin embargo, Vittorio Gassman, vuelve de España a su Italia fascinado: «España -declara a la prensa- es una experiencia única, aconsejable especialmente a los italianos. Es el único país de Europa capaz de cultivar una ilusión de euforia, de vitalidad. La gente te da la sensación de estar viva…».

¿Sí…? ¿Seguro, Gassman? ¿También por dentro?

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