Legislar contra la persona auténtica

Cuando los legisladores no tienen en cuenta la autenticidad de la persona humana, las leyes dañan a los ciudadanos y a la sociedad. Porque el hombre es un ser material, pero a la vez un ser vivo y, como tal, no autosuficiente, y por ello necesitado, capaz de tomar decisiones; y lo más importante, es capaz de ser movido por Dios, de recibir de él la fuerza vital, para tener recta conciencia. El hombre no puede contemplarse desde un punto de vista neutral, sino en su situación concreta de adhesión o de rechazo a Dios. Llamado a la comunión con él, es un ser «personal». No es sólo algo, sino alguien. No se pregunta sólo «qué» es, sino, sobre todo, «quién es». Teológicamente, en Jesucristo los hombres somos un «tú» para Dios. En la llamada de Dios a la comunión con Él en Cristo llega a plenitud nuestro ser personal, que determina a la vez nuestra irrepetibilidad y nuestro ser en relación con Dios y con el prójimo.En la teología moderna se insiste en que el hombre no «tiene» un alma y un cuerpo, sino que «es» alma y cuerpo. Por ser cuerpo existe en el espacio y en el tiempo, está abocado a la muerte. Pero, por ser alma, trasciende los condicionamientos de este mundo, es inmortal y todo esto tiene sentido, porque el hombre es ser para Dios, está referido a él radicalmente. Todo esto se niega en el «laicismo» oficial. La fe cristiana mantiene esta concepción como algo irrenunciable, porque sólo así puede tener sentido el hombre creado a imagen de Dios, llamado a la comunión con Dios en Cristo y a la configuración con Jesucristo.

Cardenal Ricard Mª CARLES en larazon.es

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