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De pequeña tenía los sueños muy claros. Soñaba y quería llegar a ser intérprete y trabajar en la ONU... Mariana Biskina, numeraria auxiliar bielorrusa, cuenta cómo cambió de planes al venir a vivir a Granada.
De pequeña tenía los sueños muy claros. Soñaba y quería llegar a ser intérprete y trabajar en la ONU. Con seis años fue admitida en un colegio especializado; era un Liceo con énfasis en los idiomas extranjeros y estuve allí hasta los 16 años. La verdad es que los idiomas era lo mío. Capaces de entregar su vida a Dios Me vine a España para completar mi formación y me licencié en la Universidad de Granada. Sin embargo, mi vida cambió de rumbo. No puedo decir que fue una decisión fácil, pero cuando la tomé pensé muchas cosas: que había bastante gente como yo, con sueños, ideales grandes, incluso mejor preparados que yo, con más cualidades y que podían alcanzar su sueño de trabajar en la ONU o cualquier organismo internacional, hacer cosas grandes, colaborar con proyectos importantes en la vida; y, sin embargo, pocos eran capaces de entregar su vida a Dios… Descubrí que las personas del Opus Dei que conocía en aquel momento, profesionalmente se dedicaban a las tareas del hogar, cuidaban de los Centros del Opus Dei. Y muchas veces su preparación profesional previa no se adecuaba para nada a lo que estaban haciendo en ese momento. Y sin embargo estaban contentas, felices, cuidaban de su familia.
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Como el base en el baloncesto
Entonces comprendí una cosa muy importante para mi vida: que ellas eran como el base en el baloncesto: está allí y hace que los demás puedan meter canastas. Sin ellas, pienso que la vida de muchas personas no sería igual. A mí las tareas del hogar no me disgustaban, pero jamás pensé que pudieran constituir mi vocación profesional. Y en el Centro del Opus Dei aprendí que limpiar el polvo puede ser una tarea apasionante y que para hacer una tortilla hace falta tener mucho arte, y que incluso puede ser oración.
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El miedo a la palabra “servir”
Hay mucha gente que está muy sola y que cuando vuelve a su casa no tiene a nadie que le espere, que le cuide, que esté allí para servirle. La gente tiene miedo a la palabra servir: la confunde con humillarse. Y sin embargo, “servir”, etimológicamente significa “hacer favores”. Y todo el mundo necesita que le hagan favores… Es verdad que no estoy trabajando en la ONU. Los idiomas me siguen gustando y me están siendo muy útiles. Estoy haciendo un trabajo que me encanta y que me ofrece un campo para el desarrollo profesional muy amplio. Estoy haciendo algo que realmente me apasiona. Intento que mis sueños se asemejen a los sueños de Dios, pero ahora, más que soñar me dedico a vivir: pienso que, viviendo a tope el presente es como nos estamos asegurando el futuro.
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